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28.05.12

Exposición de Diccionarios de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX en el Museo Aguilar y Eslava

Cita obligada, al menos para los amantes del libro, es la visita a la Sala de Exposiciones Temporales del Museo Aguilar y Eslava, donde se puede contemplar desde el 26 de abril de 2012 una interesante y sugestiva muestra de diccionarios perteneciente a los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX.

Verdaderas joyas bibliográficas que forman parte de la Biblioteca Histórica del Instituto-Fundación Aguilar y Eslava. Medio centenar de títulos, y numerosos volúmenes, que son ejemplo claro del patrimonio bibliográfico que custodia el Instituto y la Fundación, y que enorgullece a estas dos Instituciones y a la propia ciudad de Cabra.

Para el escritor Anatole France, “el diccionario es el libro por excelencia: todos los demás están ya dentro de él, basta sacarlos fuera”. Los libros de consulta siempre han tenido protagonismo en la formación intelectual y han despertado la curiosidad en muchas personas deseosas de adquirir conocimientos.

El visitante puede mantener un encuentro físico con el objeto; es decir, un encuentro con la realidad de estos libros pertenecientes a cuatro siglos y que sirvieron para la enseñanza de los alumnos y del profesorado.

Unos paneles explicativos nos introducen brevemente en la exposición y hacen que dirijamos nuestra mirada, después de su lectura, hacia la vitrina expositiva donde los ejemplares aparecen en toda su plenitud, acompañados de una ficha descriptiva del volumen y de alguna que otra curiosidad

En el Renacimiento abundan los léxicos alfabéticos destacando el “Diccionario latino-español” de Antonio de Nebrija (1492). Un diccionario que gozó de un éxito inmediato y continuado a lo largo de los siglos. En los Fondos de la Biblioteca existen dos ediciones anotadas y ampliadas publicadas en el siglo XVIII: Madrid, 1758 y 1778. Este último en edición de Rubiños. En “La comedia nueva” de Leandro Fernández de Moratín, estrenada en 1792, don Hermógenes dice a doña Agustina, a propósito de doña Mariquita: “Yo la instruiré en las ciencias abstractas; le enseñaré la prosodia; haré que copie a ratos perdidos el “Arte magna”, de Raimundo Lulio, y que me recite de memoria todos los martes dos o tres hojas del “Diccionario” de Rubiños…” (Acto segundo, escena primera).

En el siglo XVI aparecen diccionarios multilingües como el “Dictionarium” de Ambrosio Calepino impreso en Italia en 1502, que es un diccionario de la lengua latina con correspondencias en italiano. Posteriormente se le fueron añadiendo en griego, en español, francés, alemán, polaco, inglés… hasta llegar a once lenguas y reimpreso todavía en el siglo XVIII. En la Exposición se exhibe una edición realizada en Lugduni, MDCLXXXI.

Otra obra a destacar, también en el siglo XVI, es la de Alonso Sánchez de la Ballesta, “Diccionario de vocablos castellanos” (Salamanca, 1587), donde se recogen muchos refranes y modismos castellanos traducidos al latín. Se conserva un ejemplar de su primera edición.

La Real Academia Española tiene presencia con un “Diccionario de la lengua castellana” en su tercera edición, impreso en Madrid en 1791. También están presentes un “Diccionario Enciclopédico de la Lengua Española con todas la voces, frases, refranes y locuciones usadas en España y las Américas españolas” (Madrid, 1853) y el “Primer Diccionario General Etimológico de la Lengua Española”, la contribución más importante del filósofo y lexicógrafo Roque Barcia, compuesto por cinco tomos e iniciada su impresión, en Madrid, posiblemente en torno a 1854.

Curioso resulta el “Diccionario de frases, axiomas, biografías y obras literarias y artísticas” (Mosaico escolar) de Andrés Pérez, donde se nos dice que con poco trabajo podemos encontrar importantes datos. Nos llama la atención, en este diccionario, la entrada dedicada a don Juan Valera que finaliza con: “… à pesar de saber bastante más que muchos de los que han sido Ministros de la Corona, no ha llegado à serlo”.

Los grandes diccionarios están presentes en la muestra: el Histórico de Moreri en traducción del gaditano Joseph de Miravel y Casademonte (París, 1753) que fue donado a la Biblioteca por D. Juan Rufino Cuenca Romero, fundador del Hospital de Cabra; el “Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar”, llamado popularmente “Diccionario Madoz” (Madrid, 1845-1850), con 16 volúmenes y que según el propio autor se dedicaron 15 años, 11 meses y 7 días de trabajos literarios; el “Grand Dicionaire Universal du XIXe. Siècle” (15 volúmenes editados en París, entre 1866-1876), obra capital de Pierre Larousse que llegó a estar en el índice de libros prohibidos por la Iglesia Católica y que fue la base de la editorial que ayuda a fundar; el “Diccionario Universal de la Lengua Castellana, Ciencias y Artes”, una enciclopedia de los conocimientos humanos escrita bajo la dirección de Nicolás María Serrano con la colaboración de reputados y distinguidos escritores (11 volúmenes, Madrid, 1875-1881); el “Diccionario Enciclopédico Hispano Americano de Literatura, Ciencias y Artes”, profusamente ilustrado. Es la auténtica primera enciclopedia española “moderna”, editada por Montaner y Simón (29 volúmenes de gran formato, Barcelona, 1887-1898), cuya vigencia fue breve al ser reemplazado, a comienzos del siglo XX, por la popularmente conocida enciclopedia “Espasa”, con más extensión y cobertura temática. En este diccionario enciclopédico hispano americano figura don Juan Valera en la parte Estética. Cyrus C. DeCoster da como perteneciente al novelista la entrada del artículo Teosofía.

Asimismo entre los grandes diccionarios encontramos el “Geográfico, estadístico, histórico, biográfico, postal, municipal, militar, marítimo y eclesiástico de España y sus posesiones de Ultramar”, publicado en doce volúmenes (Barcelona, 1881-1887) bajo la dirección de Pablo Riera y Sanz; el “Diccionario Geográfico-Histórico de España” realizado por la Real Academia de la Historia. El proyecto más ambicioso abordado en España en género de diccionarios durante el siglo XVIII.

El “Diccionario Geográfico” más difundido del siglo XVIII fue el que en 1750 publicó Juan de la Serna, una traducción desde el francés de un diccionario publicado primitivamente en inglés por el prelado británico Laurence Echard y traducido al francés por Jean Baptiste Ladvocat. Se trata de una tercera edición corregida y aumentada (Madrid, 1772). Manuscrito en una de sus páginas está el siguiente texto: “Estos tres tomos son de don Pedro Vázquez Salazar, Rector del Colegio de esta Villa de Cabra”.

Llama poderosamente la atención el “Dictionarium Historicum, Criticum, Chronologicum, Geographicum et Litterale Sacrae Scripturae” del destacado exegeta de la teología francesa Agustín Calmet (1672-1757) quien comentó en latín los setenta y dos libros de la Sagrada Escritura. Está editado en Venetiis, MDCCLXVI y contiene ilustraciones y mapas desplegables.

Los temas religiosos se pueden consultar en el “Diccionario de Teología” de el Abate Bergier (Madrid, 1847); en el “Diccionario Español de la Sagrada Escritura” de Luis del Barco (Madrid, 1862); y en el “Dictionaire Apostolique” de Montargon (París, 1778), escrito para uso de los curas párrocos de las ciudades y lugares, y de cuantos se dedican al ministerio del púlpito.

La historia queda patente en el “Diccionario Histórico Abreviado” de Ladvocat, traducido al español por el presbítero Agustín Ibarra (Madrid, 1753) y en el “Dictionnaire Universel d´Histoire et de Géographie” de Bouillet, obra de referencia que ha mantenido más de veinte ediciones. El ejemplar del fondo bibliográfico esta fechado en París, 1876.

También llama la atención en la muestra el “Dictionnaire des Antiquités Grecques et Romaines”, escrito por especialistas, arqueólogos y profesores. Consta de diez volúmenes en gran formato, con más de 7.000 dibujos (París, 1877-1919). Otro título es el “Diccionario manual para el estudio de antigüedades” por Ponzóa y Rover. Su uso, según los autores, es extensivo a toda clase de personas que tengan amor a las antigüedades (Palma, 1846).

Por la vinculación entrañable de su propietario con la institución de enseñanza, nos motiva el contemplar el “Diccionario Universal de Física”, escrito en francés por Brisson y traducido al castellano por D.C.C., seguramente Don Cristóbal Cladera (Madrid, 1796), con firmas autógrafa en todos los volúmenes de Juan Valdelvira y Ruiz, antiguo alumno, natural de Cabra, licenciado en Farmacia y catedrático del Colegio-Instituto (1849).

La asignatura de Agricultura tendría un buen auxilio en el “Diccionario de Agricultura Práctica y Economía Rural” dirigido por Collantes y Alfaro. Consta de siete tomos más un atlas con cincuenta y dos hojas ilustradas (Madrid, 1852-1855); así como en el “Diccionario de bibliografía agronómica”, de toda clase de escritos relacionados con la agricultura”, de Braulio Antón Ramírez (Madrid, 1865).

Tampoco falta en la muestra el “Diccionario de la Administración Española” realizado por el jurista Marcelo Martínez Alcubilla, llamado vulgarmente “el Alcubilla”, del que se conservan los siete tomos de la tercera edición (1877-1879). Ni el “Diccionario de Legislación de Instrucción Pública” de Eduardo Orbaneja y Majada (Valladolid, 1889-1891).

Otros títulos son el “Dictionnaire Philosophique, ou Encyclopédie de Pensées, de Maximes et de Reflexions”, editado en París (M.DCC.LXII) y el “Dictionnaire de Pensées Diverses” de Gustado De Lartigue (Deuxième Édition, Bruxelles, 1833); y el “Diccionario General, Usual y Clásico de Educación, Instrucción y Enseñanza” con el subtítulo de “Arte de instruirse uno mismo y de enseñar á los demás”, por Pío Zuazua (San Sebastián, 1847).

Están presentes en la muestra los diccionarios dedicados a los idiomas: “Dictionarium Manuale Latino-Hispanum” de Stephano Ximenez (Editio Quarta, Matriti, MDCCCXXVII); “Nuevo Valbuena ó Diccionario Latino-Español”, formado sobre el de Don Manuel Valbuena con muchos aumentos, correcciones y mejoras, por don Vicente Salvá (Cuarta edición, Valencia, 1840); “Nuevo Diccionario Latino-Español Etimológico”, escrito con la presencia de las obras más notables en este género publicadas en otros países, por D. Raimundo de Miguel y el Marqués de Morante (Leipzig, 1867); “Diccionario Manual Latino-Español” para uso de los estudiantes, por Giménez Lomas (Madrid, 1886); “Diccionario Manual Griego-Latino-Español, dispuesto por los PP. Escolapios (Madrid, 1859); “Dictionnaire Français-Grec”, por MM. Alexandre, Planche, Defauconpret (París, 1861); “Nouveau Dictionnaire Français-Italien” e italiano-francese, par Alberti de Villeneuve (Marseille, MDCC LXXXV); “Diccionario nuevo de las dos lenguas Española é Inglesa”, por los RR. PP. MM. Fr. Tomas Connelly, religioso dominico y Fr. Tomás Higgins, carmelita calzado (Madrid, 1798); “Nouveau Dictionnaire de poche François-Espagnol”, rédigé d´aprés les meilleus Lexicographes des deux Nations (París, 1809); “The new pocket dic of the Spanish and Englis languages”, in Two parts. Spanish and English–English and Spanich (London, 1809); “Novísimo Diccionario Francés-Español y Español-Francés”, el más completo de cuantos se han publicado en España y hasta hoy día, según su portada, redactado sobre el de Núñez de Tabeada (Barcelona, 1857).

Al final de nuestro recorrido encontramos libros de consulta que forman parte del Fondo Juan Valera. El novelista egabrense donó al Instituto-Colegio, en 1875, trescientos diecinueve volúmenes pertenecientes a su biblioteca personal y familiar. Entre ellos los diccionarios que se exhiben:

“Dictionnaire Geographique portatif, ou Description des Républiques. Royaumes, Villes, Évéchés, Duchés, Comtés, Marquisats, forts et forteresses des quatre parties du monde, Dans lequel on indique”… traduit de l'anglois sur la treizième édition de Laurent Eschard, par Vosgien. París, 1803. En la anteportada encontramos la firma manuscrita de “José Valera”, padre del autor de “Pepita Jiménez” y brigadier de la Real Armada.

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