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ARCHIVO HISTÓRICO AGUILAR Y ESLAVA

BIBLIOTECA HISTÓRICA AGUILAR Y ESLAVA

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31.01.17

Biblioteca Histórica Aguilar y Eslava
Libro del Mes

“Primer Diccionario General Etimológico de la Lengua Española” por Roque Barcia (Madrid, 1880 a 1883)

A.S.C.
La contribución más importante de Roque Barcia a la lengua española fue el Primer Diccionario General Etimológico de la lengua Española, compuesto por cinco volúmenes e iniciado posiblemente en torno a 1854. El autor lo califa como un trabajo atento, solícito, ferviente, casi apasionado, de una gran parte de su vida, aunque haya sido con algunas interrupciones. Este Diccionario constituye nuestro LIBRO DEL MES.



La edición que presentamos sería dada a la imprenta en Madrid (Establecimiento tipográfico de Álvarez Hermanos) en 1880 (Tomo I), 1881 (Tomo II y III), 1882 (Tomo IV) y 1883 (Tomo V). En todas las portadas encontramos la cita: “Quien da lo que se piensa da lo que se habla”, acaso perteneciente al mismo escritor.

De sus diversas biografías recogemos los siguientes datos: Roque Barcia Martí, político, filósofo, periodista y lexicógrafo, es considerado un fiel representante del espíritu inquieto y rebelde de la época en la que le tocó vivir. Había nacido en Sevilla en 1823, aunque pasó gran parte de su juventud en Isla Cristina (Huelva). Más tarde se traslada a Madrid y visita varios países europeos (lo que deja constancia en algunos libros de viaje). Sus ideas radicales, tanto en lo político como en lo religioso, se manifestaron muy pronto en diversos artículos periodísticos y en libros como El progreso y el cristianismo. Dirigió el periódico gaditano El demócrata andaluz, causándole no pocos problemas con el clero, incluida su excomunión. La reacción a esta situación: el título Teoría del infierno. Tras la revolución de 1868 es elegido diputado y fundó el periódico La federación española, convertido en bandera de defensa de las ideas federalistas y cantonalistas.

Su gran actividad política no le impediría ocuparse de la filología. Prueba de ello son las obras Nuevo diccionario de la lengua castellana (1853), redactado junto con algunos colaboradores, ocultando su autoría bajo las iniciales D. R. B. (Don Roque Barcia); Filosofía de la lengua española y Sinónimos castellanos (1863-1865), repertorio considerado por la crítica como de menor valía que otros de su género. No hay que olvidar en su creación literaria la Formación de la lengua española derivada de la formación natural e historia del idioma moderno (1872), ensayo, con buenas dosis de didactismo sobre cuestiones etimológicas. Después de su exilio a Francia regresa a Madrid en 1875, dedicándose a redactar los cinco volúmenes del PRIMER DICCIONARIO GENERAL ETIMOLÓGICO DE LA LENGUA ESPAÑOLA, publicados, como hemos referido, entre 1880 y 1883. Tiene carácter enciclopédico con clara tendencia a la subjetividad, pero no carente de interés según los expertos. Barcia muere en Madrid en el año 1885.

Un “percance” existió entre D. Juan Valera y D. Roque Barcia: las controvertidas relaciones entre progreso y cristianismo. Está reseñado en la carta que escribe el insigne egabrense a Luis Ramírez de las Casas-Deza (Madrid, 5 de enero de 1863) contestándole a la petición de datos biográficos solicitados para su Diccionario. Expone Valera: “En este tiempo escribí mucho de crítica literaria, y aun político-filosófica, siendo lo más notable una serie de artículos sobre la civilización en los primeros cinco siglos del Cristianismo, impugnando las lecciones de Castelar. Castelar me contestó, y nuestra polémica dio asunto a un libro filosófico-político-religioso de don Roque Barcia, titulado Las Cátedras del Ateneo. El libro está prohibido. Mis artículos se publicaron en El Estado, donde escribí otras muchas cosas”.

En la fecha del suceso Valera lo cuenta a Gumersindo Laverde Ruiz, en epístola datada en Madrid el 3 diciembre de 1859: “Mi primera polémica con Castelar fue sobre sus lecciones de La civilización durante los cinco primeros siglos del cristianismo. Yo publiqué cinco o seis artículos muy largos y creo que los mejores que he escrito. D. Roque Barcia, sin hacer cuenta de mi réplica a Castelar, en que yo explanaba mis ideas, tomó mi primer artículo y el de Castelar contestándome, y los publicó en un libro de más de 300 páginas, refutándonos a ambos. El libro de D. Roque fue prohibido por impío, no sé si circulará clandestinamente; pero es lo cierto que ni Castelar ni yo hemos podido responder a él porque el tal libro es como si no existiera. Mucho sentí yo este percance pues, aunque me hubiera dado mucho que hacer el contestar a D. Roque, que es en extremo erudito, me hubiera divertido contestar a quien, al propio tiempo, es tan singular y extravagante”.

En el primer tomo del Diccionario, al principio, se localiza una hoja de lámina con el retrato de Roque Barcia. A continuación insertan la Real orden del Ministerio de Fomento, Instrucción pública, Agricultura e Industria (sobre adquisiciones), dirigida al Director general de Instrucción pública, comunicando que “en vista del informe emitido por la Real Academia Española acerca de la obra de D. Roque Barcia, titulada Diccionario general etimológico de la lengua española, y cumpliendo además con las prescripciones del Real decreto de 12 de marzo de 1875 y Real orden de 23 de junio de 1876; S.M. el Rey (Q.D.G.), y de conformidad con lo propuesto por V. E., ha tenido a bien disponer que en el concepto de auxilio oficial se adquieran por este Ministerio doscientos ejemplares con destino a las Bibliotecas públicas y demás establecimientos de instrucción, satisfaciéndose su importe a medida que se publique, con cargo al crédito para Fomento de las ciencias y de las letras, del presupuesto Corriente”. Está fechada en Madrid el 9 de enero de 1880.

Las primeras cincuenta y seis páginas del Diccionario se dedican a un prólogo con los epígrafes: Introducción, Preliminares, Las cuatro edades, Semblanzas históricas y un breve Resumen. Se añade un escrito dirigido a los componentes de la Ilustre Real Academia Española.

En la Introducción habla de la importancia de la Academia en sus diversas labores, alabando el desenredar “la inmensa madeja de nuestro romance con una eficacia de voluntad, con una valentía de espíritu, con un fondo de ciencia que admiran y alaban los extranjeros”. Con relación a los autores consultados “no bajan de cien los etimologistas griegos, latinos, italianos, franceses, portugueses y alemanes”, cuyas citas hallará el lector en el Diccionario. Aclara Barcia que a los sinónimos se han agregado los de Jonama, Marc, Huerta, Cienfuegos, conde de la Cortina y Mora. Aclara, aludiendo a la ortografía, que ha seguido los textos de la Academia, sin modificación alguna, limitándose a indicar los casos en que el uso se ha separado de la etimología. Respecto al apartado neologismo explica: “No he traído a España un solo término por la codicia de traer, que es una codicia natural y útil cuando consigue ser mesurada y curiosa”. Asimismo manifiesta que el lenguaje técnico del Diccionario en ciencias, artes, oficios, industria y comercio comprende muchos nombres antiguos de medicina, astronomía, alquimia y farmacia, cuya parte, muy dificultosa, dice no haberla descuidado, “con el fin de que se puedan comprender los libros de la antigüedad”.

Confiesa Roque Barcia que las páginas representan, como mencionamos en el inicio de la reseña, “el trabajo atento, solícito, ferviente, casi apasionado, de una gran parte de mi vida, aunque haya sido con algunas interrupciones, como si dijéramos, de trecho en trecho, exceptuando los tiempos últimos en los cuales las he consagrado cinco años consecutivos de una tarea asidua, perenne, tenaz”, uniendo su compromiso laborioso al sentimiento poderoso “de dar a mi patria y a mi lengua un testimonio de mi mucho cariño”. Declara que si es malo del todo, pide achacárselo a él, y si no es del todo malo, atribúyase, apunta, “a la bondad de la Providencia, que nunca niega sus favores a quien espera en Dios creyendo y trabajando”.

Para nuestro autor, la formación de un Diccionario general etimológico, en cualquier idioma, “es un trabajo que requiere la ayuda del intento, el aviso de la diligencia, la gracia y el estímulo de la emulación”. Su plan no ha consistido “en derivar los nombres de sus raíces inmediatas, sino de la raíz de origen, sea lo que fuere”. En cuanto al método lo tiene claro: “Al escribir la etimología de una palabra, la referiría a la familia de su serie, formando simultáneamente seis monografías etimológicas”.

Ofrece Roque Barcia en sus preliminares unas ideas rudimentales sobre el lenguaje humano, dividido en las cuatro edades en que se ha desarrollado: En la primera el hombre copió con su lengua los sonidos que oía, dando nombre al murmullo de la corriente, al susurro del viento, al fragor del monte, al rumor de todos los seres, como mediador providencial entre el Creador y la criatura; en la segundad, creó el sentido recto de las voces; en la tercera instituyó la significación trasladada y en el cuarto periodo estableció el sentido moral y religioso; así lo revela.

En los orígenes del lenguaje nos sitúa en la época goda, en la edad media, en el bajo latín y en la época árabe. Tres cuestiones, que equivalen a tres problemas de su siglo, plantea en el epígrafe de Semblanzas históricas, preguntándose: ¿Cuáles son las civilizaciones de donde se derivan las lenguas romanas?, ¿Cuál es el carácter de cada civilización? y ¿Por qué tiene el romance tan pocas voces de los bárbaros que nos invadieron, mientras que tiene tanta palabra de la antigua civilización greco-latina, heredada en gran parte de los egipcios y de los etruscos? En estas semblanzas aborda la edad patriarcal, hebrea, egipcia y la época griega, latina y cristiana.

En el Resumen declara que tendrá bastante con la indiferencia o con la sátira de los que viven, con la gratitud de los que vivirán, con la alegría de su hijo y con la ganancia de su deseo, “que es la más segura de todas las ganancias”. Finaliza dedicándolo “a la memoria venerada de nuestros mayores, que hay una manera de no morir y es amar a los muertos”.

En el discurso a la Ilustre Real Academia Española departe con los académicos sobre la historia del alfabeto y el sistema de Francisco Bopp (utilizado en su Diccionario), lanzando una mirada a su tarea: por dentro, al objeto de comprender que a la realización de una obra de tantas vueltas y revueltas no puede llegarse sino por extraños caminos y largos rodeos; y por fuera, figurándose que un libro como el que pretende publicar no tiene bastante alimento con la suscrición pública, y los ejemplares no pueden arrojarse al público, “para que el público los caliente y fecunde como la semilla que se arroja a tierra, para que la tierra la haga brotar”. En el último párrafo agradece a los señores académicos las muchas bondades tenidas hacia su trabajo. La firma está fechada en Madrid, el 18 de mayo de 1879.

Un sello en la contratapa de cada uno de los volúmenes indica la realización del trabajo de unir todos los fascículos a las respetivas tapas: “Encuadernación de Vicente Córdoba. Cabra”.

BIBLIOTECA HISTÓRICA AGUILAR Y ESLAVA
Libro del Mes:

Barcia, Roque (1823 - 1885)

Primer diccionario general etimológico de la lengua española / por Roque Bárcia.-- Madrid : [s.n.], 1880 - 1883 (Establecimiento tipográfico de Álvarez Hermanos)

5 v. : retr. ; 32,00 x 23,00 cm
Texto a tres col.
Vol. I: (LVI, 1197 p.) -- Vol. II: (1265 p.) -- Vol. III: (1089 p.) -- Vol.IV: (1134 p.) -- Vol. V: (959 p.)
Antep.
[1] h. de lám., retr. del autor.
El Tomo V incluye un apéndice y un suplemento.
Sello contratapa: “Encuadernación de Vicente Córdoba. Cabra”.

Materia/género: Lengua española. Etimología. Diccionarios.
Lugar: España -- Madrid

Sig. Top.: 3010 (Tomo I. A.CH.), 3011 (Tomo II. D.H.), 3012 (Tomo III. I.O.), 3013 (Tomo IV. P.S.) y 3014 (Tomo V. T.Z.)

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