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07.12.16

LIBRO DE LA SEMANA
“El retrato de Cervantes”, conferencia de Alejandro Pidal y Mon (Madrid, 1912)

La efeméride del cuarto centenario de la muerte del genio de la literatura universal, don Miguel de Cervantes Saavedra (1616; 2016), nos sirve de pretexto para dar a conocer el fondo bibliográfico que atesora la Biblioteca Histórica Aguilar y Eslava relacionado con el inmortal autor de Don Quijote de la Mancha, cuestión que venimos desarrollando desde hace algún tiempo. Hoy traemos como Libro de la Semana el titulado El retrato de Cervantes, una conferencia leída por D. Alejandro Pidal y Mon en la Asociación de la Prensa el 15 de enero de 1912.

Se trata de una nueva edición publicada por la Real Academia Española (Madrid, Tipografías de Prudencio P. de Velasco, 1912).

D. Alejandro Pidal y Mon fue el que puso voz al discurso que la Real Academia Española encargó a D. Juan Valera para conmemorar el tercer centenario de la publicación de El ingenioso hidalgo D. Quijote de la Mancha, última obra del polígrafo egabrense que dejó sin finalizar, pues le sobrevino la muerte, aunque prácticamente el texto estaba casi terminado. Don Juan falleció el 18 de abril de 1905 y la lectura se llevó a cabo, por Pidal y Mon, el 8 de mayo en sesión solemne celebrada en la Real Academia Española con la presencia del Rey Alfonso XIII.

La amistad de Valera y Pidal la podemos vislumbrar por el epistolario del egabrense. En octubre de 1904 don Juan escribía al marqués de la Vega de Armijo diciéndole que la réplica a su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas debería dársela él, y que si no fuese posible se consolaría que le reemplazara “o Menéndez Pelayo, o don Alejandro Pidal o don Alejandro Groizard”. El discurso de Valera lo leyó su pariente Emilio el 18 de diciembre de 1804, anticipándole en una carta a su hija que lo leería muy mal, “pero tendré que resignarme. Yo no podré menos de asistir al acto y tiemblo al pensar que tendré que subir al estrado, que está alto”. La réplica de su discurso, titulado Elogio de don Antonio Cánovas del Castillo, se la daría el marqués de Vega de Armijo.

Dejando nuestra digresión valerista, hemos de convenir que el retrato más fidedigno que se conoce de Miguel de Cervantes se debe a su propia pluma, trazado en el prólogo a las Novelas ejemplares:

"Éste que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; las barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos estremos, ni grande, ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena; algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies; éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas y, quizá, sin el nombre de su dueño. Llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra. Soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Perdió en la batalla naval de Lepanto la mano izquierda de un arcabuzazo, herida que, aunque parece fea, él la tiene por hermosa, por haberla cobrado en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros, militando debajo de las vencedoras banderas del hijo del rayo de la guerra, Carlo Quinto, de felice memoria".

Prosigue Cervantes en su prefacio diciendo que “será forzoso valerme por mi pico, que, aunque tartamudo, no lo será para decir verdades”. Para algunos críticos, esta frase, puede tratarse de una expresión de humanidad o de una metáfora, por lo que, acaso, siembra la duda de que pudo ser tartamudo. También da a entender en este preámbulo que el conocido pintor y poeta Juan de Jáuregui había pintado su retrato.

La Real Academia Española siempre ha estado a la búsqueda de un retrato de Cervantes, auténtico. A oídos de la RAE llegó la noticia de que el conde del Águila tenía una pintura con el rostro del escritor, que había comprado como de Alonso de Arco. Dicho conde regaló a la Academia el lienzo, pero una vez examinado detenidamente se comprobó que era una reproducción del grabado de Kent.

Sería en 1911 cuando José Albiol donó a la Real Academia Española un retrato de Cervantes, el más famoso de las supuestas imágenes del autor del Quijote, suscitando opiniones de todo tipo. Es el rostro de un hombre con golilla en cuya parte superior se puede leer: “D. Miguel de Ceruantes Saauedra”, y en la inferior: “Iuan de Iaurigui pinxit año 1600”. Cervantistas extranjeros como Fitamaurice-Kelly o Foulché-Delbosc, y españoles como la condesa de Pardo Bazán, Santos Oliver, Alejandro Pidal, Julio Puyol, Juan Perez de Guzmán, Rodríguez Marín o Narciso Sentenach participaron en una polémica que se dilató durante algunos años.

En las inscripciones del cuadro se descubrieron errores inaceptables, como ese “don” que nunca usó Cervantes, ni nadie lo empleó al referirse a él, o la fecha del cuadro en 1600. Juan de Jáuregui y Aguilar habría tenido que pintar el lienzo con 16 o 17 años. Nació en Sevilla en 1583 y murió en Madrid en 1641. Pero, como dijo el historiador de arte Enrique Lafuente Ferrari (1898;1985) es una falsificación, dejándolo probado en su libro La novela ejemplar de los retratos de Cervantes, publicado en 1948.

El salón de actos de la Real Academia Española de la Lengua está presidido por dos retratos: el de su fundador, Manuel Fernández Pacheco, marqués de Villena, que ocupó el sillón A (mayúscula) de 1713 a 1725 y el de Miguel de Cervantes (al que aludimos), por razones obvias.

El cuadro de Cervantes apareció en Oviedo en 1910, causando bastante revuelo en los círculos académicos, ya que por fin se iba a conocer el aspecto físico del autor del Quijote, bastante esquivo hasta la fecha, y del que solo se conocían algunos detalles que aporta el propio Cervantes en el prólogo al lector de sus Novelas ejemplares, como hemos apuntado. Pero el cuadro es falso. Habría sido pintado en la Escuela de Artes y Oficios de Oviedo, tomando como modelo la descripción transcrita y el nombre del pintor citado anteriormente. El tal Albiol, el que lo donó, era experto restaurador y consiguió embaucar a los académicos. A pesar de ello, el cuadro siguió y sigue manteniendo su lugar preferente. La tesis de Luis Astrana Marín es que Cervantes trazó su portentoso autorretrato por no poseer ningún dibujo que estampar de su figura al frente de sus Novelas ejemplares.

En su conferencia Alejandro Pidal relata todos los pormenores en la consecución del cuadro, ya que el objetivo principal era que el retrato pasara a ser propiedad absoluta de la Academia “sin reparar en gastos y trabajos, dejando para después el estudio de su histórica identidad “y no se fuera a perder en el mar sin orillas del extranjero, para que según la envejecida costumbre la fuese a descubrir allí algún sabio de extraña tierra con vilipendio y escarnio de la degenerada nación que la había desconocido después de haberla engendrado en su seno”.

Pidal y Mon argumentaba que si en el cuadro de las lanzas (La rendición de Breda) “vemos todos la cortés afabilidad del vencedor con el vencido, en el rostro y el ademán del marqués de Spínola triunfante”, “¿qué tiene de particular ni de extraño que todos reconozcamos el alma del inspirado autor del Quijote, que tan claro se nos ha manifestado en su vida y en sus obras, en esa tabla y ese retrato que nos está gritando, vuelvo a decir, a toda voz: Yo soy Cervantes, como nos lo grita Carlos V desde los lienzos de Tiziano, Felipe II desde los cuadros de Pantoja, Felipe IV desde las telas de Velásquez y Carlos II desde los retratos de Carreño”.

Incidía en su discurso el saludar con entusiasmo y con respeto la tabla, puesto que el rostro “se nos aparece de pronto como símbolo de nuestras glorias, como esperanza y consuelo a nuestros ánimos entristecidos, pues si hemos perdido nuestro inmenso imperio colonial y se nos disputa a pulgadas la posesión del continente africano, a despecho de tanto esfuerzo y de tanta sangre derramada en los dos, para redimirlos y civilizarlos, todavía en el mundo conocido, conjurado contra nosotros, no se pone el sol en los dominios que rige, sino el blasonado cetro de oro de los antiguos Monarcas españoles, el radiante cetro de luz que empuña el autor invencible de Don Quijote”.

Añade Alejandro Pidal en sus últimos párrafos, que “puesto que la humanidad lo celebra y lo envidia y sigue tributando a su obra cada vez más el homenaje universal de su sonora carcajada, elevémosle a la adoración de la humanidad ostentándolo como en su templo en su tabla en el palacio elevado a la lengua por la Nación”.

De todas formas, el retrato más fiel del escritor sigue siendo el que él mismo trazó de su puño y letra: “Éste que veis aquí, de rostro aguileño...”.

En la biografía de Alejandro Pidal y Mon (Madrid, 1846; 1913) localizamos estos datos: político, académico, ministro de Fomento en 1884 (en un Gobierno de Cánovas del Castillo), miembro y director de la Real Academia Española, numerario de la Real Academia de la Historia, presidente del Congreso de los Diputados y embajador de España ante la Santa Sede.

BIBLIOTECA HISTÓRICA AGUILAR Y ESLAVA
Libro de la Semana:

Pidal y Mon, Alejandro (1846-1913).

El retrato de Cervantes : conferencia leída por Alejandro Pidal y Mon en la Asociación de Prensa el 15 de enero de 1912.-- Nueva ed. publicada por la Real Academia Española.-- Madrid : [s.n.], 1912 (Prudencio P. de Velasco)

53 p., [1] h. de grab. ; 28,00 x 20,00 cm
Enc. pastas blandas

Materia/género: Cervantes Saavedra, Miguel de (1547;1616). Retratos.
Otros responsables: Real Academia Española
Lugar: España -- Madrid

Sig. Top.: A.27

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